XLI
Tú eras
el huracán y yo la alta
torre
que desafía su poder:
¡tenías
que estrellarte o que abatirme!...
¡No
pudo ser!
Tú eras
el océano y yo la enhiesta
roca
que firme aguarda su vaivén:
¡tenías
que romperte o que arrancarme!...
¡No
pudo ser!
Hermosa
tú, yo altivo: acostumbrados
uno a
arrollar, el otro a no ceder;
la
senda estrecha, inevitable el choque...
¡No
pudo ser!
Gustavo A. Bécquer
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